“Es imposible explicar el origen del pecado y dar razón de su existencia. Sin
embargo, se puede comprender suficientemente lo que atañe al origen y a la
disposición final del pecado, para hacer enteramente manifiesta la justicia y
benevolencia de Dios en su modo de proceder contra todo mal. Nada se enseña con
mayor claridad en las Sagradas Escrituras que el hecho de que Dios no fue en nada
responsable de la introducción del pecado en el mundo, y de que no hubo retención
arbitraria de la gracia de Dios, ni error alguno en el gobierno divino que dieran lugar
a la rebelión. El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su
presencia. Es algo misterioso e inexplicable; excusarlo equivaldría a defenderlo. Si
se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia,
dejaría de ser pecado “