Nuestra identidad personal es preservada en la resurrección, si bien no saldrán de la tumba las mismas  partículas de materia. La obra asombrosa de Dios es misterio para el hombre. El espíritu, el carácter del hombre, retorna a Dios donde se lo preserva. En la resurrección cada hombre tendrá su propio carácter. A su debido tiempo Dios llamará a los muertos, dándoles otra vez el aliento de vida, y ordenará a los huesos secos que vivan. Surgirá la misma forma, pero libre de enfermedad y todo defecto. Volverá a vivir llevando sus mismos rasgos individuales, de tal manera que los amigos se reconocerán. No hay ley de Dios en la naturaleza que indique que el Señor va a volver a reunir las mismas partículas de materia que compusieron el cuerpo antes de la muerte. Dios dará a los justos muertos un cuerpo conforme a su beneplácito.