En este libro he decidido no enfocarme en asuntos periféricos. Más bien me he propuesto ir al corazón del problema que nos agobia, es decir, a la base teológica de nuestras dificultades presentes, sin rodeos y con franqueza. Algunos que lo lean exclamarán: “¡amén!” y otros clamarán a voz en cuello: “quémenlo en la hoguera!” Hay una cosa que quiero que quede absolutamente clara desde un principio. Este libro no debe ser usado contra la Iglesia Adventista del Séptimo Día por aquellos que creen que ésta ha apostatado de la fe. Yo nací en la Iglesia Adventista. Soy adventista de tercera generación, y mi padre fue pastor por más de 41 años. Cursé mis estudios primarios, secundarios, universitarios y de posgrado en instituciones educativas de la iglesia adventista. He servido a mi querida iglesia como pastor, profesor, evangelista y director de jóvenes por más de 35 años. Yo amo a esta iglesia y estoy dispuesto a defenderla con todas las energías que el Señor me ha concedido. Sin embargo, habiendo dicho esto, no creo que sea señal de deslealtad que ofrezca una crítica constructiva de lo que está ocurriendo en mi iglesia. El autoanálisis y la introspección siempre son positivos, pues sin ellos nunca se corregirían errores y tampoco habría crecimiento cristiano. No tiene nada de malo que nuestra iglesia se mire en el espejo de vez en cuando para corregir lo que no anda bien. He emprendido este proyecto con un profundo sentido de amor y lealtad hacia mi iglesia y hacia la verdad contenida en la Biblia y el Espíritu de Profecía.