Debemos estudiar la verdad por nosotros mismos. No deberíamos depender de ningún ser humano que piense por nosotros. No importa quién sea, ni en qué puesto se encuentre, no hemos de mirar a ningún hombre como el criterio perfecto para nosotros. Debemos reunirnos para recibir consejo y estar sujetos unos a otros; pero, al mismo tiempo, hemos de ejercitar la capacidad que Dios nos ha dado para conocer qué es la verdad. Cada uno de nosotros debe pedir a Dios la orientación divina. Debemos desarrollar individualmente un carácter que soporte la prueba el día de Dios. No deberíamos enamorarnos de nuestras ideas y pensar que ninguno tiene derecho a interferir en nuestras opiniones.