¡Cuán a menudo, para el alma oprimida y a punto de desesperar, la memoria recuerda alguna palabra de Dios—[por ejemplo] el tema olvidado de algún canto de la infancia—, y las tentaciones pierden su poder, la vida adquiere nuevo significado y nuevo propósito, y se imparte valor y alegría a otras almas! […] Como parte del servicio religioso, el canto no es menos importante que la oración. En realidad, más de un canto es una oración. […] Al conducirnos nuestro Redentor al umbral de lo infinito, inundado con la gloria de Dios, podremos comprender los temas de alabanza y acción de gracias del coro celestial que rodea el trono, y al despertarse el eco del canto de los ángeles en nuestros hogares terrenales, los corazones serán acercados más a los cantores celestiales. La comunión con el cielo empieza en la tierra. Aquí aprendemos la clave de su alabanza”.